miércoles, 29 de febrero de 2012

Preguntas

Esperaban que fuera todo. Todo menos quien era realmente. Entonces en un abrir y cerrar de ojos se transformó en insecto ¿o era alguna otra clase de animal? No lo sabía, sólo sabía que podía trepar por las paredes, saltar muy lejos  y que era libre.
Salió por la ventana y pudo apreciar el escenario exterior: muchos árboles muy altos, fueran pinos algunos y los otros de alguna categoría desconocida con grandes hojas pocas las cuales vestían a los grandes troncos y preferían vagar libres decorando el suelo como un pan de pascua, libres al amparo del viento.
Por fin libre. Se movió fugazmente por la pared de ladrillo, evitando que lo atraparán aquí y acá. A pesar de que no sentía peligros, no tenía intenciones de volver ni por el auto ni por la mujer que en su profunda decepción personal parecía buscarlo por motivos que no escavan a su comprensión.
Un salto por aquí, a las tejas, cafés  cuyo contacto le mostró la humedad del ambiente y por fin un salto desde las alturas hacia el húmedo asfalto, tapizado en hojas y que terminaba en las cercanías dando lugar al hermoso escenario de pasto verde y árboles de la gran especie de plaza donde la piscina era la atracción principal.
Fugaces destellos de su pasado pasaban frente a él, de su recorrido hasta la mansión, de la torpe pero suficientemente bien lograda llegada en auto y de la sorpresa de sus familiares.
Sacó una pelota de no sabe dónde y se puso a jugar, a jugar y a jugar, con su perro que estaba ahí, y tiraban la pelota y él la buscaba o su perro la buscaba y esperaban que callera a la piscina. No lo hizo, pero pronto hubo otros invitados, eran más perros, grandes y juguetones pero él no quería que se acercaran. Supo inmediatamente como actuar, como atraerlos sin recibir daño, como alejar su atención de los demás.
Con la velocidad que lo caracterizaba corrió hasta el árbol más cercana, un tronco carente de hojas que muy bien podría haber sido la estatua en madera de una hebra de ADN, pero con más brazos.
Ahí se sentó con los perros abajo y mientras miraban cuatro personas llegaron, cuatro, aunque sólo vió a dos: dos hombres de negocios con sus trajes y sus cadenas para atar a sus perros, y cada uno con un hijo.
El niño más grande, vestido de terno igual que su padre pero con shorts en lugar de pantalón era extremadamente blanco, de rostro japonés y se veía calmado, mientras que su compañero a la vista menor estaba llorando, preocupado, sin duda sufriendo sin la capacidad de expresarlo correctamente. Pero él sabía qué hacer.
Sin dudarlo se lanzó del árbol acelerando la caída hasta que estuvo junto a los recién llegados y ahí frente a él rodeado por familia, familiares y amigos de toda la vida, frente a un escenario conocido, vida tras vida quizá, ahora punto de encuentro interdimensional que cobijaba a viajeros cuyos lazos de unión eran tan desconocidos como desconcertantes, surgió una pregunta en su interior ¿Por qué hemos estado juntos por tanto tiempo? No había extraños en su vida, sólo viejos conocidos.
Abrazó al pequeño niño por el hombro y entonces se dio rápidamente cuenta del problema. Primero fue la madre o quizá el padre en tirar el comentario: “su problema es que…” pero no terminó la frase porque alguien más lanzaba un veredicto, cual condena, con toda propiedad como sabiendo cada palabra que decía, sin saber que no sabía nada.
Se dio cuenta del problema, ahí junto al niño de cabellos negros y cachetes divertidos que no paraba de llorar había una pila de adultos que insistían en que tenía un problema cuando en realidad era esa insistencia la que provocaba el malestar en el infante, en forma de descarga eléctrica.
“¿Alguno más aquí cree saber lo que necesita este niño?” Habló, sin furia pero con autoridad, para todos entendieran de una vez por todas que tenían que cerrar la boca. No los juzgo, en todo caso, tan sólo espero que el último verdugo cerrara la boca para que el niño pudiera descanzar. Mientras tanto el primer joven cruzaba las piernas como en posición de loto sabiendo que tal vez esto “iba a tomar su tiempo”. Pero no había rastros de prisa ni enojo, tan sólo sabia y oriental aceptación.
De nuevo ¿qué invisibles lazos ataban a estas personas? El silencio sentaba bien, nuevo ante los oídos del niño, y la lluvia y el viento eran como compañeros, de a poco el niño reaccionó ante su presencia abrazadora carente de juicios y su llanto se transformó en risa, en risa y en alegrí y todos sintieron como un amanecer había ocurrido y feliz le dio un abrazo y se devolvió donde su padre con traje elegante y perro calmado y el público se disperso.
-Pero que niño tan genial- dijo mientras abría los ojos y se daba cuenta de que estaba soñando. Se levantó y fue al baño, pensando en el niño aún como si fuera un conocido- Que niño más maravilloso, su sonrisa y sus cachetes.
Se sentó en la cama y espero a darse cuenta de manera natural que había sido un sueño, pero ocurrió lo contrario, de lo que se dio cuenta fue de que el límite anteriormente disfúso entre la realidad y el sueño era ahora inexistente. No temió ni sintió pánico, pero sí sintió la presencia de alguien que lo esperaba en la mesa para tomar desayuno.
Eran las 7:40 y él muy bien podría haber vuelto a la cama a mirar como la niebla mañanera acababa con el verano, pero decidió salir de su habitación en parte porque sentía algo de miedo de salir, y en parte para no hacer esperar a su huésped.
-Los miedos inconscientes son enfrentados de manera sorpresiva en el sueño y sí afrontados de manera fructífera traen cambios en la realidad del día a día, pero los miedos consientes exigen otra clase de acto, exigen la acción consiente que permite hacernos ver que aquello que tememos es una quimera no muy distinta de una vida de sueños, que al momento de despertar revela su naturaleza ilusoria como las estatuas de arena, que con un simple toque se derrumban, que con un soplido se van con el viento.
-¡Buenos días!- le dijo su huésped elegantemente vestido, bebía café en su taza personal y olía a tostadas imposibles de encontrar. Un rastro de migajas, sin embargo revelaba que descansaban bien en el estómago del madrugador.
-¿Algún buen plan para hoy? Preguntó-
-Sí, tengo algunas cosas que hacer, no mucho pero siempre hay espacio para nuevas posibilidades ¿no crees?-
Iba a decir que no de manera refleja, pero la pregunta era tan inusual que efectivamente lo llevo a reflexionar.
-Ahora que lo dices… “nuevas posibilidades”, puede sonar algo tonto pero es como una verdadera puerta a otro mundo completamente lleno de posibilidades antes desconocidas.
-Exacto, esa es la clave, nuevo es desconocido, como cada instante en la vida, completamente nuevo, completamente desconocido, salvo por las impresiones existentes en nuestra memoria a la que gustamos de llamar pasado y la que proyectamos aquí como queriendo evitar la maravilla que tenemos frente a los ojos cada día, cada  minuto-
Se expresaba de la existencia como si fuera un milagro. Con su traje de gala y y su aire de hombre elegante, le daba una connotación fresca a la escena. Su manera de beber el café también era divertida. Acercaba la pequeña taza con platillo sostenido por menos de una pulgada por la presión ejercida entre el pulgar y el lado exterior del índice del invitado, y la tasa era tomada de forma similar, en su pequeña oreja y con el meñique extendido.
-¡Ahh! Que maravilloso café-
-Sin duda, que está muy bueno-
-¿Por cierto por qué estás aquí?- La pregunta de cierta forma incómoda en su mente, salió al mundo bien recibida.
-No lo sé, ¿por qué estás tú aquí?- se rió- ¿no te parece raro conversar de esto?
-Sí, tienes razón- rió también- quien nos viera pensaría que somos dos en el purgatorio.
-Sí, o que somos de esos filósofos que les preguntas “¿Cómo estás?” de manera casual y entran en su peculiar modo introspectivo filosófico: “¿Qué como estoy? Pues, es una de las grandes preguntas ¿no? ¿Cómo estoy?... ¿Estoy a caso?”- Volvieron a reir mientras el amigo de etiqueta imitaba al filósofo insufrible.
-¡Jaja! ¡Sí! “Señor  sólo le pregunté cómo estaba ahora por favor ¡firme aquí y lárguese!” – le siguió el soñador.
Hubo silencio, el soñador se movió de aquí y allá preparando una tostada y por lo que fue un minuto o así, el único sonido era el crujir de las migajas tostadas al contacto con el cuchillo con mantequilla. La tostada estaba buena, clásica, sin azúcar ni canela, pura mantequilla de campo.
-Pero enserio- volvió a preguntar el dueño del departamento- ¿Eres un fantasma o un alien o algo así? Porque te juro que cuando me desperté sentí que había enanitos rondando la cocina.
El viejo rió ante la perspectiva de tal posibilidad y luego quedó en silencio preguntándose ¿qué era realmente?
-Podría muy bien ser un alien, pero estoy bastante seguro de que esta es mi casa, ¿no eres tú sólo parte de mi imaginación?-
La situación era extraña, y la pregunta del anciano le hizo sentir un escalofrío en la espalda, no por la naturaleza de la pregunta, sino ante la “nueva posibilidad” de que la respuesta fuera afirmativa.
Se mantuvieron en silencio en la mesa, bebiendo sorbos pequeños de café y masticando el pan con mantequilla. Se miraban con extrañeza, preguntándose de donde se conocían y porqué azares desconocidos estaban en este lugar desayunando juntos.
-Ya tengo que irme dijo el anciano, con su cabello cano bien peinado y su smoking, parecía un Frank Sinatra sin duda.
-¿Seguirás aquí cuando vuelva?- le preguntó al muchacho, no estaba consternado por la visita, sino ante la posibilidad de no volver a verlo, el encuentro había sido tan agradable como casual.
-¿Seguirás tú aquí o estás de paso?- preguntó el muchacho quien lejos de temer había quedado intrigado por el visitante.
-¿De paso? ¿No lo estamos todos?- sonrió el visitante, abrió la puerta pero la perilla no se habría, hacia el otro lado y entonces se abrió- Hasta luego.
Salió del departamento dejando al soñador atrás y miró hacia los ascensores, una pequeña niña con un vestido rojo bermellón y camisa blanca. Unos zapatitos de charol del mismo color decoraban decoraban sus piecitos.
Por un momento, mientras la niña lo miraba notó que las paredes perdían ese tono blanco, de manera estruendosa un millón de diseños púrpura, rosado y verde, con ruedas de colores que parecían vivas de color rojo, amarillo y azul se apoderaron de las paredes dando la impresión de que toda la habitación no sino una especie de nave en un océano de desconocida materia cósmica.
Y había gente mirando, espectadores, ahí, con esos grandes lentes oscuros y algunos con grandes ojos azules brillantes, y sus trajes amarillos de luz, que sin querer se habían asomado por un telón prohibido quizá para hacerla saber a él algo específico.  
-Este va a ser de esos días extraños- Se dijo, como dándose cuenta de algo usual y sin realmente saber qué es lo habían querido decir aquellos gigantes y luminosos espectadores que tan sólo por un instante habían aparecido tras la pared que ahora recuperaba su tono blanco invierno.
Se acercó al ascensor, junto a la niña y le preguntó:
-Hey niña, ¿alguna vez has sentido que vives dentro de alguna gran canción?- Sonrió sin querer sonar demasiado críptico, como esperando una respuesta inocente a una duda que tenía en el fondo ahí en su pecho.
-Para mí es más como un poema abuelito- dijo la niña tomando su mano con suavidad abriendo sus ojos de par en par, sus grandes, líquidos y desconcertantes ojos negros.
-Por eso te amo Sally- La tomó en brazos y entró al ascensor que iba vacío.

Cuento

Francisco era un niño que a la vista parecía diferente. Le gustaba jugar como a los otros niños, descansar como a los otros niños y le cargaban las tareas, tal como a los otros niños. En esos aspectos era como cualquier otro, la única diferencia era su cuerpo.
-¿Puede ver las vertebras aquí? Son ligeramente más pequeñas en el lado derecho, eso produce una curva que aumentará con el crecimiento, aunque no podemos predecir cuánto- El doctor sonaba compasivo, sabía cómo esta clase de noticias afectaba a los padres, y también sabía lo que preguntarían a continuación.
-¿Hay alguna cura doctor? ¿Quizá cirugía? –María, la madre de Francisco se aferraba a la posibilidad de un milagro. ¿A caso no lo haríamos todos?
-Como mencioné, la condición de su hijo es degenerativa y no existe una cura ni un procedimiento para una sanación definitiva, es un problema congénito. Sin embargo él podría someterse a un gran número de operaciones, aunque si su objetivo es mejorar su calidad de vida, sinceramente no creo que sea el camino, porque si puede ver aquí, los huesos en el lado derecho han sido notablemente afectados y también los tejidos.
-Pero algo debe haber ¿o no? No podemos quedarnos así como así, con los brazos cruzados- Francisco padre, no quería parecer exaltado pero difícilmente podía aceptar una respuesta como esa.
-Por supuesto, una cura definitiva no es posible pero con ejercicios constantes, aparatos ortopédicos y tratamientos es posible evitar la degeneración en buen grado. Ejercicios como la natación también pueden ser de tremenda ayuda en estos casos.
-¿Hay posibilidad de que quede inválido?- Preguntó la madre.
-Sinceramente existe, pero todo depende de la evolución de su hijo, no todos los casos son iguales y depende de cómo viva su hijo- El doctor notó como afectó esta respuesta a la madre- Les recomiendo también que aprenda yoga y pruebe terapias complementarias, pueden ser de tremenda ayuda.
-¿Yoga?-
-Sí, es ideal para estimular la elongación y la fuerza en los músculos, también la oxigenación de los tejidos. Pero más que nada se lo recomiendo como una terapia interna, para que se mantenga psicológicamente estable y emocionalmente bien. Eso es probablemente la prioridad en los casos como los de Francisco.
-Entiendo… Gracias- Le dio la mano al doctor y no lo culpó por el diagnostico, sabía que era inútil, pero mientras dejaba la oficina del doctor, se dijo a sí mismo que como padre le daría a su hijo una vida lo más normal posible, con todas las posibilidades que los niños normales tienen.
Es por eso que Francisquito, como le decía su madre, tuvo todo el apoyo cuando entró al equipo infantil de futbol, cuando decidió aprender a andar en bicicleta y cuando pidió patines para navidad.
Su hermano Camilo, menor por un año pero más alto, y su padre le acompañaban en todo, y por es por eso que cuando su condición se agravó y Francisco se dio cuenta de que sin importar cuánto se esforzara jamás podría hacer todo lo que los demás niños hacían, no se sintió disminuido. Fue un gran cambio que tuvo, y sin embargo venía de una profunda aceptación de su condición, no como quien sufre una enfermedad sino simplemente como lo que era.
Los leones son muy fuertes y los caballos son muy rápidos. Hay personas que son como leones y otros son como caballos, pero yo no, yo soy como una tortuga y no hay nada malo ni en los leones, ni en los caballos ni en las tortugas. Son diferentes solamente, tal como las personas, y por eso no me siento triste, yo soy como una tortuga y eso está bien”.
Francisco escribió eso en un dibujo que hizo para la clase de arte el año pasado en primero básico. Aparecía su familia, sus padres como una pareja de leones, su hermano como un caballo, él como una tortuga y su perro como… un perro.
Llegado el verano, en plenas vacaciones, sus padres decidieron llevarlos a una casa que tenían cerca de la playa. Era un lugar agreste y alejado del ruido de la ciudad, de los autos y los semáforos. Para que sus hijos no se aburrieran invitaron a sus dos primas y a su primo, junto a su tía Emma, hermana de Francisco padre, quién le tenía un cariño especial al chico.
Durante una de las tardes, cuando los niños se iban a la playa con los padres del Franqui, como le decía su tía Emma, éste se quedó ayudando a su tía porque ya estaba cansado de jugar toda la mañana y sabía la energía descomunal que sus primos y su hermano podían desatar.
Creyendo que se iba a aburrir, se sorprendió de los divertido que era pasar el día con su tía, profesora de profesión y escritora amateur, le contaba historia tras historia de animales que hablaban y que volaban sin alas, de criaturas fantásticas que tenían aventuras: hadas traviesas y heroicos duendes que protegían la naturaleza y guardaban los secretos del bosque y las montañas.
-¿y los secretos de la playa también?-
-Sí Franqui, de la playa también- respondió Emma con unas risitas, eran comentarios como ese los que hacían que amara a su sobrino, y que cada noche antes de su beso de buenas noches le dijera “recuerda, eres mágico” para inspirarles buenos sueños.
Una tarde, cuando todos fueron a la playa a refrescarse, Francisco acompañó a su hermano y primos a explorar la playa. El día anterior los chicos habían visto un arroyo que se adentraba en una especie de bosque y se habían quedado con las ganas de explorarlo porque estaban los adultos. Pero esta vez no. Estaban lejos, fuera de la vista tomando el sol. Estaban solos, eran libres y harían de las suyas.
-Nosotros iremos a explorar el “bosque encantado” Fran, pero tú no puedes ir, es muy peligroso- le dijo su hermano, con sincera preocupación.
-Sí, además necesitamos un vigía que pueda vigilar a ver si llega algún papá a buscarnos- Dijo Estéfani, la prima mayor y la líder del grupo- La idea es que si ves alguno acercarse por el horizonte silbas inmediatamente y sí se acercan demasiado les dices que estamos jugando a la escondida, eso nos dará tiempo para llegar y evitar que nos descubran.
Sin duda lo tenían bien planeado, le habrán puesto cabeza desde ayer pensó Francisco, pero no estaba feliz de quedarse de vigía.
-¿Por qué no se queda el lalito?- Se refería a su primo menor, Eduardo, un tenaz explorador de sólo cinco años.
-No, es muy despistado, es mejor explorando porque como es chico puede entrar en cualquier lugar-
-Sí, además tú eres mejor para vigilar porque usas lentes- ese fue Eduardo.
-Eso no tiene sentido lalito- Camilo protegiendo el orgullo de su hermano.
-Cuatro ojos ven mejor que dos ¿cierto Pancho?-
Francisco sabía que Estéfani bromeaba pero sabía que discutir sería inútil, se rindió y decidió tomar su puesto de vigía con verdadero empeño. “Será como ser un pirata” pensó, pero al rato de que sus amigos se fueron el empeño le duró poco cuando encontró una rama y se puso a dibujar en la arena.
Mientras se preguntaba por qué tenía que ser él quien se quedara, algo en su interior despertó, una intensa necesidad de ir al bosque encantado. No sabía que era, si era rebeldía en contra de la autoridad de sus amigos o incluso tal vez miedo de quedarse solo ahí, tan sólo sabía que sin darse cuenta se había adentrado en el bosque hasta que el sonido de las olas no se escuchaba.
 En cambio, el sonido que le llegaba era de un suave arroyo, era magnífico. “Esto no se escucha en la ciudad”, no sólo el agua, los insectos, el sonido de la brisa moviendo la vegetación, algunos pajarillos cantando por ahí y por allá.
De pronto, su experiencia del paraíso terrenal fue interrumpida por una luz que llegó a los ojos, le pareció raro al principio que alumbrara tan fuerte una lámpara porque no era tan tarde. Cuando su encandilamiento terminó y luego de unos parpadeos vio una niña, que al principio confundió con Marcelita, su segunda prima de su misma edad, incluso le dijo:
-Marcelita baja la linterna- Después de unos momentos de silencio se dio cuenta de algo- Espera, ¿de dónde sacaron la linterna?
Cuando su “prima” no contesto se fijó mejor en la niña. Era extraña: del mismo porte que la Marcela, pero más delgada y mucho más blanca, con el pelo claro también casi blanco y su vestido era entre celeste y verde, y además de lámpara que a Francisco le pareció muy antigua, no tenía zapatos.
-No tienes zapatos- Soltó de reflejo ante los blanquitos pies de la chica.
-No me gusta usarlos-
-¿vives por acá?-
Ella se rió –Vivo justo por acá- Sonreía y los ojos le brillaban.
-No entiendo ¿cómo te llamas?-
-Yo te vi…-
-¿Cuándo?- La interrumpió, y se dio cuenta, decidió dejarla hablar y evitar hacer tantas preguntas.
-Te vi jugando con la arena, ¿los demás te dejaron o no? Los vi cerca de la laguna y yo iba a ir contigo, a acompañarte.
-¿Viste a los otros? ¿En qué laguna?- Entonces, de pronto recordando las historias de su tía se le ocurrió preguntar- ¿Eres un hada?
“¿Eres un hada?” La preguntaba ya sonaba demasiado tonta en su cabeza, nada mejor para espantar a una niña que preguntarle eso. Que tontería.
-Tienes una espalda chistosa- La chica evitó la pregunta y se fijó en la visiblemente anormal espalda de Francisco.
Mientras se reía de la deformidad del chico, este que se enojó al comienzo se dio cuenta de que la risa de la niña era más como una celebración que una burla, entonces él también empezó a reir y el enojo se disolvió completamente. Que niña más curiosa.
-¡Rápido te tienes que ir!-
-¿ah? ¿Por qué?-
-¡Te vienen a buscar! ¡Rápido tienes que irte! ¡Tienes que silvar para que los niños no se enojen contigo!-
-¿Qué? ¿Cómo sabes eso?-
La niña no esperó y ella misma pegó zendo silbido- ¡rápido te tienes que ir!
Francisco se dio la vuelta y se esforzó todo lo que pudo en llegar rápido, no quería que los adultos los pillaran pero mucho menos quería que sus amigos descubrieran que dejó su puesto de vigía. A veces los niños se toman los juegos muy enserio, eso lo ya lo sabía él mejor que nadie.
Cuando llegó al mismo lugar donde estaba haciendo dibujos, se sintió aliviado y como si nada de eso hubiera pasado, con la rápida llegada de los chicos sus frescos recuerdos de la inusual niña pasaron al olvido.
-¡Fran! ¡Adivina que encontramos!-
-¿Qué? – Francisco fingió interés.
-¡Una Rana!-
-Era enorme ¡como la de la tienda de mascotas!
-Sí y estaba en una laguna… mañana haremos otra misión para atraparla y ver si nuestros papás nos dejan tenerla de mascota-
-Genial- mintió Francisco.
-Sí hoy día lo planearemos-
-¿Qué van a planear hoy día?- preguntó Francisco padre, recién llegado.
-¡Nada!- dijo Eduardo, obviamente ocultando algo- Es un secreto.
-¿Un secreto?-
Antes de que levantaran sospechas Francisco improvisó (ganándose el agradecimiento de todos los presentes):
-Íbamos a planear una fiesta para ustedes mañana, para agradecer el viaje, pero ahora que tú lo sabes tendrá que ser una sorpresa para la mamá y la tía Emma.
-¿Enserio? Qué bien, que bien de su parte.
-Pero tendrás que apoyarnos, lo planearemos en la noche mientras ellas estén cocinando-
-De acuerdo-

Volvieron a la playa y disfrutaron de una fogata observando el atardecer y comiendo malvaviscos. Cantaron canciones y regresaron a casa.
Los chicos estaban cansados y después de un cuento de la tía Emma sobre unos duendes que sin querer descubrían una ciudad humana y rescataban una hada de un museo, todos se quedaron dormidos. La imaginación de la tía desbordaba la mente de los niños y era seguro que estaban soñando con hadas. Al menos Francisco lo hizo hasta la mitad de la noche cuando se levantó al baño.
Medio dormido se levantó y camino al baño a oscuras, haciendo acopio de valor. Cuando volvía, sin novedades, al pasar cerca de la escalera vislumbró con el rabillo del ojo una luz blanca en el primer piso.
De primeras se asustó, pero algo en la luz le pareció familiar y con cuidado bajó por la vieja escalera de madera, para no despertar a nadie.
Observó que la luz venía desde la cocina y se acercó, pero esta vez como hipnotizado nada pasaba por su mente, la experiencia en sí le parecía un sueño. Al llegar a la cocina vio que la puerta trasera de la casa estaba abierta pero no corría brisa fría y ahí afuera llamándolo con la mano estaba la chica del arroyo.
Se acercó como por reflejo sin realmente saber que hacía pero lo suficientemente consciente para sentirse extrañado. Ella empezó a caminar hacia el bosque y él se esforzó por alcanzarla.
-¿A dónde vas?-
-Al arroyo, ven conmigo-
-Pero ¿no tendríamos que ir a la playa?-
-No, conozco un atajo-
-¡No llevas zapatos! ¡y con este frío!-
-No me gustan los zapatos- la chica lo miró con el rostro serio- se llenan de arena.
“Eso no me lo esperaba” admitió Francisco para sí mismo.
-¿Tienes frío? Tú tampoco traes zapatos-
-¡Tienes razón! Es que estaba en el…- le dio algo de vergüenza y se refrenó- salón de estudio leyendo, usaba mis pantuflas… pero no tengo frío.
Tras esa extraña realización, pareció dormirse y despertó cuando estaban frente al arroyo, del camino entremedio sólo recordaba extrañas luces y ojos de extraños seres mirándolo. “Duendes” decía él y no sabía cómo iba a volver a la casa.
De pronto mientras la sensación de “haber vivido esto antes” le llegaba se dio cuenta de que la luz no venía de la lámpara, venía de la niña.
-Espera ¿por qué usas la lámpara si tú alumbras?-
Ella se rió con esa risa que encantaba, detuvo su acelerado paso y le entregó la lámpara. Lo siguiente que vio Francisco lo habría trastornado si no tuviera la muy fuerte convicción de que estaba soñando.
Cuando tomó la lámpara sintió oledas de frío y de calor recorrer su cuerpo de manera alternada y luego como una electricidad brotar de su cabeza, de sus pies y sus manos. De pronto un flash lo cegó y cuando se dio cuenta de que podía ver nuevamente quedó pasmado cuando vio sus brazos grandes como los de un adulto, iba descalzo pero tenía unos brazaletes de joyas en los pies y su piel… su piel ¡era azul! Justo como un pitufo, y no sólo eso, se sentía grande y fuerte y algo extrañado, de repente se dio cuenta de que su espalda estaba recta, también su cadera y su rodilla. No había dolor, y eso le sorprendió más que cualquier visión que hubiera vivido hasta ahora.
Frente a él contempló un milagro, lo que antes era una niña algo fantasmagórica era ahora una mujer adulta, alta y delgada con largos cabellos del color de las hojas en otoño y con una piel blanca pero no completamente, con ciertos tonos azulados como se puede ver en algunas nubes, y era difícil saber si estaba vestida o si esos tonos que formaban extrañas figuras eran alguna especie de vestido. Finalmente notó que los pies de la mujer flotaban y que en su espalda tenía alas, grandes y transparentes que como espejo reflejaban su mirada estupefacta en un rostro que aún no acostumbraba a reconocer como propio.
La chica le quito la lámpara  y entonces después de un flash todo volvió a la normalidad, y en menos de un segundo el escenario volvió a cambiar y estaban frente a una laguna.
-¡Abuelo sal de ahí!- La niña gritó con una voz muy chistosa.
Un anciano, o al menos un adulto, sí, eso esperaba el chico, pero ¿una rana? Nada tenía sentido.
La rana saltó y se paró en el hombro más elevado del niño.
-¿Este es Lilian? ¡Está durmiendo todavía!- Le dio unas bofetadas y les indicó que le siguieran.
Sin esperarlo (ni desearlo) Lilian, como parecía llamarse su amiga, le tomó de la mano y le obligo a saltar a una laguna que debía de tener menos de quince centímetros en la orilla.
Lo que al principio le pareció un acto suicida, se transformó inmediatamente en el colmo de la locura. Era como si él y su compañera se hubieran vuelto miniatura y la laguna de quince centímetros se veía enrome. Ellos nadaban como si nada, sin necesidad de respirar y el agua era casi completamente transparente sin contar un tono verde-azulado muy claro que permeaba toda la visión.
Mientras avanzaban hacia la profundidad vieron burbujas de luz que se elevaban a la superficie, y él no supo si era alguna especie de vehículo o de “alumbrado público” subacuático.
Chip, Chip, Chip
Plur, plur, plur
Escuchó por ahí y por allá de lo que parecían ser peces (en parte), pero eso dejó de interesarle cuando Lilian le señaló en el fondo del lago una especie de casa o templo muy grande, con estatuas de ranas y con una entrada que daba a un túnel.
Avanzaron por el túnel que tenía extraños grabados a lo largo de las paredes, a Francisco algunos le parecían sinceramente sirenas pero el resto le daba una sensación de nostalgia y de antigüedad, como si un importante mensaje de algún pasado remoto de pronto yaciera mudo, como un eco o murmullo que no se alcanza a distinguir.
Cuando el túnel terminó, salieron a una recamara donde no había agua y vieron un salón, elegante en apariencia con lámparas y lujosas antorchas en las paredes. Había una gran mesa con muchos invitados que los miraban, ni extrañados ni enojados, en cambio sonriendo como si los esperaran, como felices por la llegada.
Esa extraña sensación de ser grande le llegó nuevamente, pero sin las oleadas de frío y calor, ni el flash, sino fue como un simple darse cuenta, algo que le pareció natural. Su cuerpo azul, sus pies descalzos y cojas en sus tobillos y en sus muñecas, su pantalón dorado como mágico y una especie de adorno en la cabeza que no alcanzaba a distinguir. A su lado, Lilian en su forma completa le sonreía y un anciano calvo y barbicano se les acercó a recibirlos e indicarles el asiento. Luego de un abrazo y una mirada divertida Francisco se dio cuenta de que era la rana del estanque ¿Tenía eso algún sentido?
Celebraron, comieron un festín y luego sin caber cómo ni por qué sacó una especie de flauta traversa, pero de madera, y tocó hermosas melodías mientras los demás se maravillaban y bailaban, y su compañera le acompañaba con la voz. Su antigua vida como Francisco ahora le parecía un lejano sueño o un cuento que había leído en algún otro lugar. Los grabados del túnel volvieron a su mente pero antes de que pudiera descifrarlos un amigo se le acercó. Era más joven y delgado que el anciano-rana, y tenía un divertido bigote. Llevaba un turbante y tenía los ojos con lágrimas.
-¡Te extrañaba tanto!-
-¡y yo a ti Aruna!-
-¿Cuándo volverá a repetirse?-
-¿Quién sabe?- Respondió, esperando que alguna otra respuesta más certera llegara, pero sólo llegó una tremenda carcajada de su parte.
-Ya me voy- le dijo a su amigo Aruna- pero nos veremos pronto.

Cerró los ojos y se sintió cada vez más pesado, hasta ese momento no se había percatado de lo liviano de su cuerpo “Azul”, y de la maravillosa sensación de maravilla y gozo que había estado creciendo en su interior durante la experiencia, claro, hasta ahora que empezaba a desvanecerse mientras recordaba su identidad, su nombre y su historia. Pero no lo dejó del  todo, y justo antes de volver por completo a “este mundo” y abrir los ojos, sintió un beso en sus labios y escuchó un “¿Te acuerdas ahora?” en una voz definitivamente femenina que venía de su interior.
Se levantó sobresaltado pensando que Lilian estaba ahí y le había despertado de un beso, y mientras estuvo de pie se miró los brazos y los pies. Normal, ya no era un pitufo pero ¿En serio? Había sido tan real, ¿Realmente fue todo un sueño? Más se había sentido como una existencia paralela, o como un paréntesis en una eternidad en la que esta vida también era un paréntesis.
Su hermano frente aél lo apuntaba con el dedo y tenía la boca abierta.
-¡Mamá! ¡Mamá rápido! ¡Mi hermano! ¡Mirá al Fran!- Estaba como loco, nunca había visto a Camilo tan sobresaltado ni siquiera en navidad cuando recibió un XBOX 360.
Su madre llegó corriendo creyendo que había pasado algo malo, pero cuando entró a la habitación sólo atinó a abalanzarse sobre su hijo mayor y abrazarlo. Lágrimas brotaban de sus ojos y su pecho se sentía como con espacio, como quien ha botado un gran peso.
-¡Francisco!- Gritaba mientras lloraba- ¡Es un milagro!
Entonces, él calló en la cuenta de algo que se le había hecho habitual en “las últimas horas”, sus piernas, su cadera y su epalda: Todo estaba en equilibrio y todo el dolor había desaparecido.
Entre tanto abrazo y tanta vuelta que le daba su mamá fijó los ojos en el velador junto a su cama, en él un extraño objeto ¿dónde lo había visto? Era una lámpara pero ya no podía recordar donde la había visto. Cerró los ojos llenos de lágrimas, suspiró y dijo:
-Gracias.



Koan
"Un joven monje se acercó a su maestro que reunía siempre tantos discípulos y le preguntó cuál era su secreto. El maestro lo miró fijamente a los ojos y soltó una carcajada. En ese momento el monje se iluminó."
 

Los Cuentos del Viejo

Mi abuelo, mi anciano abuelo. Mi viejo abuelo está loco. Tengo dos abuelos, uno es mi Tata. Tranquilo y reservado, se dedica a mirar fútbol, las noticias y a quejarse de la juventud actual, puede llegar a ser muy molesto, pero todos lo consideran normal. El otro es mi viejo.
Mi abuelo, al que todos le decimos el viejo abuelo o simplemente el viejo, con su pelo y barba cana siempre tiene una sonrisa, nunca lo he visto triste, ni siquiera cuando mi abuela –mi agüi- murió.
“Ella no está muerta”, dijo él, “ella está aquí ¿a dónde podría haber ido?” Lo dijo en el funeral, frente a todos y riendo. Pero no sólo por eso mi padre dice que está loco.
Cuando yo era niña y lo visitábamos más seguido –o mejor dicho, lo visitábamos- solía contarme toda clase de historias extrañas, primero me contaba a mí y a mis primos (soy la única mujer) que las hadas, los duendes y hasta los unicornios existen. Mi mamá se reía, agradaban las historias del viejito, pero mi papá, a él no, él se quejaba “siempre con sus cuentos, siempre con sus mentiras”, decía, “No puede entregar cultura o ciencia, no, para él todo es ese mundo imaginario y sus ‘viajecitos’”. Mi padre se burlaba de mi abuelo esperando hacerlo enojar, pero cada vez que lo hacía el abuelo sólo lo miraba y permanecía en silencio, lo miraba de forma chistosa y al final era mi papá el que se sentía incómodo.
Él me contó una vez que cuando era chico todos lo molestaban en la escuela, le decían que su papá “estaba rayado”, que era un loquito, porque contaba siempre historias de sus viajes en las reuniones, de sus viajes a Egipto y a las montañas de la India, a los monumentos de Perú, a las pirámides Mayas, decía que conocía Australia como la palma de su mano, “cuando la verdad es”, decía mi padre, “que nunca ha viajado, nunca ha dejado Chile… ¡Ni siquiera ha salido de Concepción! Excepto cuando abandonó a tu abuela”. Porque según él, la ausencia del viejo la había matado.
El día del funeral, aún recuerdo, fue un 8 de Septiembre, y el abuelo había llegado a la casa hace poco más de un mes. Mi hermano mayor, Gabriel, y yo estábamos buscando en el closet de la abuela alguna foto de ella cuando joven para tenerla de recuerdo, en eso mi hermano encontró una caja llena de dibujos y pinturas, todas muy detalladas, había de la esfinge, vistas de las pirámides de Egipto, tenía dibujos de Stonehenge, de las pirámides mayas, había tantas y la calidad era maravillosa –aunque de eso me daría cuenta después cuando entré a estudiar arte años después- y entre todos había uno particular, marcadamente extranjero y con un estilo muy distinto. Era un tríptico en papel blanco con letras chinas y una pintura de una montaña.
Mientras la observábamos se acercó el abuelo, en silencio y sin que lo notáramos. “Es el monte Fuji” nos asustó, “lo pinté el año 96, hace tres años mientras estuve en Japón”.
Las letras de la pintura era escritura japonesa, y era un poema que él escribió, que iba algo así según lo dijo:
“Ahora contemplo la cascada de la fortuna
Es clara y dulce como la miel
Y es inacabable
Como la risa de los iluminados”
Le preguntamos que había hecho en Japón y nos dijo que fue a aprender Zen, cuando le preguntamos lo que era se puso a reír y nos dijo “algo de lo que los niños no tienen que preocuparse”. Mi hermano le preguntó si se había demorado en ese viaje porque se había dedicado a pintar alrededor del mundo y él le dijo que no, que esas pinturas las había hecho hace mucho tiempo, antes de ir a Japón y que viajaba a esos lugares mientras dormía. Yo quedé desconcertada, mi hermano también porque no preguntó nada más. Entonces el viejo nos entregó una foto que tenía guardada, era chica y la tenía en su billetera, ahí estaban él y la agüi cuando jóvenes. “Estábamos en el hospital en que nos conocimos”, él con su ropa de médico y ella con la de enfermera, atrás de la foto decía “...y te seguiré siempre… Esmeralda”, era la letra de la agüi, leer eso me dio pena pero el abuelo me animó enseguida y nos llevó a comer helado con nueces y manjar, la mejor combinación.
Yo no sé si mi papá perdonará a mi abuelo, según él, abandonó a su madre cuando más lo necesitaba y por razones totalmente egoístas.
En cuanto a mi, el recuerdo más lindo que tengo en la vida es de cuando tenía 9 años. Estaba enojada porque mis primos me habían excluido de un juego por ser niña, estaba llorando porque no era la primera vez. Mi abuelo me encontró, me dio un chocolate que andaba trayendo y me dijo: “Disculpa a los hombres, son sólo niños ¡algún día las mujeres salvarán el mundo de esos niños malcriados!” No entendí lo que dijo esa vez, pero me sentí bien de que los llamara “malcriados”. De hecho no creo que lo haya entendido hasta muchos años después, tal vez hasta ahora que con ojos de adulta veo el estado de las cosas, el estado del mundo.
A mí no me importa que el viejo esté loco, ¿sabes por qué? Porque yo le creo.

martes, 28 de febrero de 2012

El Leviatán

Cerró la puerta tras de sí para tapar la oscuridad de las escaleras que tanto le aterraba. Sí, como quien busca cerrar la puerta a su propia oscuridad no dormía tranquilo desde hace semanas, sudaba en la noche y despertaba luego de terribles pesadillas, todas relacionadas con un monstruo, tan horrible como infinito, con millones de ojos acusantes que sin parar lo observaban, como desde el inicio de la eternidad. Su leviatán.

Esa noche no fue excepción, quizá incluso sucedió lo que temía, simplemente ya no lo podía soportar. Se despertó con el sudor frío de siempre, sorprendido por el calor inesperado de la noche en el valle, y ahí, afuera de esa puerta, un golpe, dos, tres, cuatro golpes, desesperados golpes, y es que a veces la oscuridad simplemente quiere mostrarnos algo, pero él no estaba dispuesto a abrir la puerta, no, no a esa terrible sensación de angustia, saltar por la ventana hubiera sido una opción, pero no abrir la puerta.

-¡No! ¡Por favor no! ¡Déjame tranquilo!- Sus alucinaciones empeoraban, ¿qué era lo que tanto temía? Un monstruo de otro mundo, ¿cómo había hecho para llegar? ¿Para volverse tan real?

La puerta golpeaba y se movía estruendosamente, y él con todas sus fuerzas se apoyaba para no abrirla, el terror trepaba por su cuerpo como quien recibe una maldición "¡Para por favor!"

Entonces cuando no pudo más, cuando decidió que mantener la puerta cerrada le traía más pesares que simplemente abrirla, se rindió y entonces no bien dejó de esforzarse de un golpe la puerta se abrió y con tal poder que la luz de las velas se apagó y entonces en la habitación de Leonardo todo fue oscuridad. Pero en esa oscuridad ¡el milagro! La luz brilló y ya sea por genialidad o locura el joven rió, y rió y entonces cayó rendido de tanto reír, absorbido por el vacío que había encontrado en su interior, donde antes hubiera sólo miedo, al abrir la puerta se había encontrado cara a cara con su Leviatán ¿y luego?.

El amanecer llegó y un rayo que él percibió como puro Amor entró por la ventana acariciando los muebles, la cama, y su rostro hasta que despertó por el suave canto de los pájaros cercanos que parecía que celebraban, entonaban himnos al hombre que se levantaba, tranquilo, extasiado, con una sonrisa como de loco.
Es que apenas había dejado de luchar, la puerta se había abierto y el Leviatán se había revelado, pero no como lo prometía, con todas esas culpas, penurias, miedos y pesares que veía en su mente, sino como lo que era: absolutamente nada.
Respiraba y sentía que su cuerpo entero eran sus pulmones, observó el escenario y en su interior como los pesares y desgracias se alejaban, como si nunca hubiera pasado. Estaba limpio, limpio de pasado, siguió mirando el paisaje  en el Valle de Arno, en plena Toscana ¡que belleza!
Se dio cuenta de que nunca la había visto hasta hoy, un 5 de Agosto de 1473.
-Hoy es un buen día para dibujar- El aire estaba fragante y Leonardo reía.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Millalobo


“Peumangen Felepe”  ~ dicho Mapuche[1]

Él no sabía que, lo sospechaba pero no lo sabía, que su vida iba a cambiar de forma tan rotunda de una manera tan… Ridícula.

-¿En la ducha?-
-Sí durante un baño de tina- sonreía él. Pero no nos adelantemos.

Sus amigos no le creían al comienzo, porque claro cualquier historia parecida, incluso contada a los amigos más cercanos suena como una broma, porque ¿una foca? Los chicos entenderían un lobo porque es un mito conocido, quizá un dragón porque es un animal genial (ok, un animal inventado genial), pero ¿una foca?

Pero claro, luego de la competencia en la piscina del Colegio San Dominic de Viña del Mar, en pleno verano y a la vista de todos algo majestuoso sucedió, el joven Borja ganó la carrera de tres vueltas a la piscina semi olímpica categoría 8 a 10 años gracias a una metamorfosis.

-¿No me creían ah?- se reía, recuperando su forma original, con su cabello oscuro y su rostro de Buda sonriente.

Estaba feliz, increíblemente feliz por haber ganado, y claro el rostro de los demás tan sólo expresaba sorpresa por decirlo menos, estupefacción sería más adecuada para la descripción. 

La noticia del niño que se transforma en foca -que luego se aclaró era un otario flavescens o lobo marino sudamericano debido a la posición de sus patas delanteras, funcionales en tierra- recorrió el país en cuestión de horas, ¿y el mundo? En algunas horas más. Gracias YouTube.

La verdad es que Borja esperaba más aplausos, pero la gente estaba tan atónita por el espectáculo, que sinceramente parecía salida de un pabellón de catatónicos. Nadie sabía si lo que habían visto era real, muchos pensaron que estaban soñando, incluso sufriendo pesadillas, otros se reían y esperaban la cámara escondida y otros simplemente no pudieron procesarlo, incluso aunque sus parejas lo vieron, sus hijos lo vieron, algunos simplemente no pudieron. Tenían esas memorias “cortina” que el cerebro impone a las experiencias que no puede procesar como traumas fuertes o experiencias con extraterrestres. 

Sobre esto último, fue un conocido miembro del staff televisivo del país el primero en ocuparse de la noticia. Nada oficial, tan sólo una visita al departamento en el centro de la ciudad donde el “Millalobo” Borja pasaba unas semanas con su padre.

-¿Cuándo lo supo por primera vez?- El hombre de la televisión hablaba como si estuviera acostumbrado a temas parecidos, pero Sergio, el padre del niño metamorfosis, seguía tratando de reordenar sus recuerdos de esa noche.

-Fue…- se detuvo a beber algo de café y luego miró por el balcón hacia la piscina donde su hijo jugaba inocentemente con uno de sus primos. En forma humana claro- Fue la misma noche de la competencia… Yo..
-¿Sí?- el entrevistador estaba calmado, no quería apresurar nada, pero el caso era tan extraño, que incluso rompía los esquemas de lo que debería considerarse extraño, y claro, lo extraño era su vida.
-Yo.. lo había visto cuando lo llevaba a la piscina, como la profesora le saca el jugo y el nunca se cansaba… incluso ella me dijo que el Borja tenía potencial pero nunca me contó nada de esto.
-Ya veo- escribió algunas notas, como si la Olympus Vn 3100 en la mesa no fuera suficiente. “La grabadora es para la conversación con usted, las notas para la conversación con mi mente” aclararía más tarde el invitado.
-Pero, ¿sabes qué? –
-¿sí?-
-El Borja siempre me contaba cosas de sueños que nadaba y que en los sueños se transformaba en animal y se iba a las profundidades.. eran de esos sueños “lúcidos” ¿los conoces?-
-He escuchado del tema- No quiso interrumpir a Sergio con sus propias historias al respecto, sobre su transformación en dragón gigantesco o sus aventuras voladoras. En alguna otra ocasión lo habría disfrutado pero ahora era distinto. Él nunca pudo transformarse fuera de los sueños, aunque trató.
-Sí, lo que pasa es que yo solía tener de esos sueños y un tiempo me metí arto en el tema.. por un libro de .. de Jodorwsky en el que habla sobre mirarse las manos y despertar en el sueño..-
-¿el de Psicomagia?- interrumpió el televisivo.
-Sí, ese mismo- Sergio se dio cuenta de que su invitado ya sabía a donde quería llegar- La cosa es que yo solía volar en los sueños, y para hacerlo me transformaba en golondrina, o sea usaba un disfraz. Mi sobrino, el que ahora está jugando con el Borja, también volaba en los sueños pero no usaba disfraz. He hablado con muchas personas que me dicen lo mismo, volar y todo, pero el Borja es la única persona que me ha contado de aventuras submarinas y a veces…
Se detuvo un tiempo, como queriendo despertar una vaga memoria o quizá darle algún sentido.
-¿Más café?-
-Sí por favor- contesto Juan Andrés- buena forma de romper el suspenso de la conversación.

Reían. Ambos lo necesitaban, en serio, no podría decir quién no lo necesitaba. Tal vez Borja que seguía disfrutando en la piscina era el único sin tensiones al respecto o a caso ¿se estresa un pájaro por tener alas? Claro que aún no se imaginaba todo lo que se le iba a venir en los días y meses siguientes.

-Hubo una vez, cuando estábamos con el Borja.. era chico él tenía como cuatro años, estábamos con su mamá y mi suegra en una playa, ella se llevó al Borja y este loquillo se perdió, ella llegó preocupada donde estábamos tomando sol y nosotros lo buscamos como loco, pero lo encontramos cerca de las rocas. Era en una playa del norte de donde soy, cerca de Chañaral, y cuando lo encontramos se reía y nos dijo que estaba conversando con los lobos, los lobos marinos pero las loberas estaban lejos en los requeríos y había que ser capo para nadar hasta allá, y obvio valiente si estaba lleno de lobos. Nosotros pensamos que el Borja estaba jugando y como los niños siempre hablan cosas así yo creí que le estaba haciendo una broma a la abuela. Lo retamos y todo y nunca volvió a alejarse y de hecho nunca le ha gustado meterse al mar, pero le gusta el agua, se nota porque siempre disfruta la piscina.

-¿y tú crees que esa vez… se transformó?-
-En verdad… no sé qué pensar, pero viendo las cosas así en retrospectiva el recuerdo me llegó ¿cachai? Y después de haber visto lo que ví.. y mi propio hijo más encima, ya no sé como diferenciar lo posible de lo imposible- Se quedó mirando a Juan Andrés, fijamente, sus ojos seguros de lo que expresaba.
-Yo te capto, o sea, yo pienso, y esto asumiendo, que esa vez el niño se transformó y logró llegar donde los lobos y luego se devolvió y les habló al respecto pero como ustedes estaban enojados porque se había perdido yo cacho que su habilidad quedó relacionada con el reto ¿me captaí? Entonces la bloqueó de alguna forma, y por lo mismo no se mete al mar, debe relacionarlo inconscientemente con esa vez, pero en la piscina el otro día, compitiendo con todos mirando ahí, está demostrado que en los deportes muchas veces entramos en la respuesta atacar/huir o sea, en modo supervivencia y para él era ganar o ganar y entonces su cuerpo respondió a eso.
La teoría era interesante, podía profundizarse más pero hacía sentido. Los dos se quedaron mirando por la ventana a ver si volvían a presenciar el hecho.
-¿Lo ha vuelto a hacer?-
Silencio.
-No, no, no.. de hecho no hemos tocado el tema, y después de que gano la otra noche yo lo tomé y me lo llevé antes de que alguien nos agarrara con preguntas – Sergio miró a Juan Andres y suspiró- La verdad es que yo quería que pasara piola, tenía la esperanza de que pasara piola, pero había gente grabando la competencia, obvio si eran los hijos y en esta época, cualquier video que suba a YouTube recorre el mundo.
-Y no es chiste-
-Su primo es el único que ha tocado el tema, fue él el que descubrió el video en internet en un foro-
-¿y qué ha dicho?-
-No ha hablado mucho, pero desde la competencia que le dice Borja “la Foca” Tapia. En broma obvio, al Borja no le molesta.
-¿y tú tení pensado que vai a hacer?-
-Obvio, cambiarnos de nombre, y escaparnos al extranjero- se rieron. No había nada que hacer.

Los días pasaron tranquilos y no tenían noticias de Juan Andrés, al parecer se había acercado por motivación personal y sin ningún otro propósito detrás. El Borja disfrutaba de sus vacaciones, pegado en el computador, en la tele y casi ni iba a la piscina del departamento.
Las cosas iban bien y el padre pensó que no volvería a presenciar el suceso, creyó que todo había sido alguna especie de sueño, algo irreal y confuso que ya parecía perdido en su memoria, sepultado por las dudas y la incertidumbre que un evento como este levantaría en cualquiera.
Así que estaba bañando a su hijo, concentrado en las risas de éste mientras lo molestaba con el agua y entonces le dijo: “Papá, mira lo que puedo hacer” y ahí, justo frente a sus ojos el humano desapareció y como de la nada ahí estaba. La foca.

Más tarde averiguarían con seguridad que se trataba de un lobo marino, lo haría el primo quien esperaba exhibir al Borja en alguna feria de fenómenos de renombre internacional, llevarlo a Ripley’s o incluso, sus fantasías llegaban a un espectáculo en conjunto: Sea World junto a Cirque du Solei. Sería magnífico. Pero dejó de insistir cuando el Borja amenazó con atacarlo mientras dormía.

Los meses siguientes en la vida del “Millalobo” como lo apodaban en los círculos de internet por la deidad marina mapuche, fueron una vorágine creciente de viajes, entrevistas, demostraciones y estudios.
Alrededor de cuatro equipos internacionales de investigación se acercaron a Sergio para conseguir su aprobación. La verdad es que él mismo quería saber más sobre el fenómeno, y mientras a su hijo le pareciera bien entonces él aceptaba.
La escuela ya no era lo mismo para Borja, no sólo porque debido a su itinerario sólo podía asistir a las pruebas, sino porque ahora todo era diferente. Sus amigos seguían siendo sus amigos, claro, pero los profesores, los apoderados. No todos, pero algunos no eran tolerantes al respecto, temían por la seguridad de sus hijos, como si trataran con un animal que ha escapado del zoológico en lugar de un ser humano que por alguna extraña razón ha tenido la oportunidad de escapar a toda expectativa sobre lo que la evolución debería ser.

-¿En serio que en la ducha?- volvió a preguntar Javiera, la mejor amiga del chico. Le parecía algo ridículo.
-¡Siii!- dijo mirando al cielo- pero simplemente pasó.
-¿y después en la competencia?- Era raro, sí, pero para la Javi, el Borja era cosa de otro mundo desde antes de su transfiguración.
-También, no esperaba hacerlo- respondió, y puso su cara de honestidad- si hubiera sabido cómo hacerlo lo habría hecho mucho antes.
-¿Puedes hacerlo ahora?- Obviamente, ella quería ver. ¿Quién no querría?
-De que puedo puedo, porque ya aprendí cómo, pero necesito estar con agua o sino no me sale-
-¿y es cómo magia? ¿cómo se siente?-
-No sé si es como magia, no sé como es la magia, pero es como sí.. se siente como si por un momento cerrara los ojos y.. ¿Cómo cuando te vas a dormir y de pronto te despiertas de golpe? Así mismo, pero cuando despierto tengo otro cuerpo.
-¿Te duele?-
-No, pero cada vez que lo intento me da miedo no volver a ser como soy-

Los viajes comenzaron, y pronto su vida era la de una celebridad, y la verdad es que podría haberlo sido, su habilidad para nadar sobrepasaba a cualquier nadador humano, claro, no lo habrían permitido en las olimpiadas pero él sabía que su futuro involucraría el nado de una forma u otra.
Era una celebridad en el ámbito científico, porque rompía toda regla, toda noción de certeza biológica y hasta física se venía abajo frente a él.
Fue en una visita a Rusia para someterse a unas pruebas especiales en el “Saint Petersburg Federal Research Institute of Physical Culture” con una nueva ciencia llamada electrofotónica basada en la medición y el registro fotográfico de lo que se conoce como Zero Point Field o Campo Punto Cero, el campo bioenergético que existe alrededor del ser humano, y posible gracias a la tecnología desarrollada por el Dr. Konstantin Korotkov, la cámara EPC/GDV (Electrophotonic Camera/ Gas Discharge Visualization o Camara Electrofotónica/Visualización por Descarga de Gases) utilizada como un medio no invasivo y casi instantáneo de diagnóstico.
La idea del doctor era fotografía al Borja humano y al Borja Otárido, luego ver si podían captar la transformación y comparar el resultado de los campos para analizar cómo cambia su campo bioenergético respecto a su fisiología, para luego compararlo con mediciones en varias clases de otáridos. Lo que en la mente de los brillantes científicos era una odisea fascinante hacia las profundidades desconocidas del potencial humano y de la naturaleza en general, para Borja fue una sesión de fotos aburrida, él preferiría aparecer en revistas o mejor narrando algún juego de computador y subirlo a YouTube, donde todo había comenzado.
Pero no todo fue sesión de fotos. Durante los días de descanso su padre y él disfrutaban de la arquitectura de la ciudad y los gorros de nieve.
Fue el último día, sí, el último, cuando otra persona apareció en el instituto de investigación, un caso al parecer tan raro como el del niño, algo más investigado debido a la literatura religiosa y otros supuestos casos en el mundo, pero raro al fin y al cabo, un yogui de la India que se hacía llamar Baba y que sólo hablaba Dogri un idioma hablado en la zona de Cachemira, aunque tan enigmático como la razón por la que se encontraba en el lugar, entendía a la perfección el inglés, el ruso y como averiguaría Sergio, hasta el español.
Pero no era el dominio de las lenguas lo que traía al delgado y pacífico joven, que aparentaba unos 18 años pero que carecía de registros civiles oficiales. No, era su inusual capacidad para sobrevivir sin el consumo de alimentos.
Varios casos ha habido, muchos en la India y alrededores, y muchos otros alrededor del mundo, pero ninguno cómo este. Su ayuno permanente era sólo una excusa para traerlo, el enigmático personaje era un acertijo en la mente del doctor Korotkov desde hace años.
Fue de hecho una extraña experiencia que tuvo cerca de los Himalayas, aficionado al montañismo se disponía a escalar una de las cimas en las cercanías de Nepal, él y su equipo estaban perdidos por una tormenta de nieve y estaban sin esperanzas. Eran tres, intrépidos y ahora casi sin esperanzas, con dos miembros inconscientes y un joven Korotkov aferrado a la vida y al sentimiento de que tenía un propósito el cual tenía que cumplir, el cual no había terminado y quizá ni empezado.
En medio de la tormenta entonces tuvo la visión: Lo que parecía ser una luz azul en medio de un inminente campo blanco lo cubrió a él y a su equipo por un instante que pudo haber durado horas, cuando la luz desapareció, la tormenta se había ido y una voz en su cabeza lo guió a él y a su grupo hacia una caverna en lo profundo de las montañas. Sentado en posición de Loto, tal cual mito viviente, el Baba los observaba llegar a lo que era su hogar.
Los sobrevivientes no recuerdan mucho al respecto, recuerdan haber vuelto a Narayani, sin saber cómo. Sus amigos no recordaban, él no recordaba, y no fue sino hasta encontrarse con un mendigo en las calles antes de partir que recordó la llegada a la caverna, la luz azul y todo el misticismo.
La misma imagen del mendigo llegó a su mente en un sueño antes de inspirarse a desarrollar la publicación que pasaría a ser el primer paso hacia la electrofotónica y el desarrollo de la cámara GDV. Y ahora, el mismo joven, mendigo, yogui, cuyo nombre no es más nombre sino un título de respeto en la India estaba en una cámara cerrada y aislada de la luz del sol y aislada electromagnéticamente, con cámaras monitoreando su campo bioenergético mientras el Yogui permanecía 40 días y noches en posición de loto, inmóvil, sin probar bocado, sin consumir agua y sin mostrar ninguna noción de agotamiento en sus campos vitales.
Fue durante los días que se conducía este experimento que Borja había llegado, junto a su padre a buscar respuestas y quizá a plantear preguntas sobre lo que realmente somos. Fueron doce días, siete de sesiones fotográficas y el resto de ejercicio en la piscina, incluso trajeron un otárido para ver cómo se comportaba en un estanque cercano a Borja, tanto en forma humana como lobo marino.
Los resultados de las pruebas eran sorprendentes, al parecer no sólo el lobo marino se comportaba tal como lo haría con uno de su especie frente al Borja modo Millalobo, sino que incluso junto al joven, que valientemente aceptó acercarse sin su transformación para demostrar una interacción directa e inteligente con el mamífero marino. Mientras las pruebas mostraban que el campo bioenergético del niño cambiaba drásticamente en las transformación, la interacción con el animal sugería que había algo más, algo más profundo que permanece invariante, y que las cámaras aún no podían captar.

Mientras Borja se divertía con su amigo, su padre admiraba el espectáculo sonriendo, maravillado y con algo de miedo ¿a dónde iba a parar eso? ¿Debía seguir con esto? ¿Qué pasa con la vida de su hijo? Se merecía una vida normal y sentía que era su deber como padre otorgársela, pero dada las circunstancias él estaba empezando a pensar que su hijo jugaba un juego bastante más grande de lo que se imaginaba.

-Por supuesto que es así-

Un acento curioso lo sacó de su trance, era un joven, de tez clara pero más oscura que los otros científicos de la instalación, con el cabello negro y largo, extrañamente carecía de vestimenta salvo por una especie de pantalón anaranjado que apenas le cubría las rodillas. Sin embargo, no fue su aspecto lo que le llamó la atención a Sergio, ni fue tampoco el hecho de que el extranjero hablara un español tal parecido al suyo, fueron sus ojos: cafés, con grandes pupilas como encendidas de brillo y quedaban la impresión de transparencia. Si había algún velo entre la realidad última y el ser humano, este hombre lo había traspasado pensó.

-¿Cómo?-
-El chico juega un juego mayor ahora, todos lo hacemos en algún momento, pero su momento ha llegado de manera imprevisible, no puede significar más que el comienzo de un tremendo cambio en la humanidad como todo.
“Este tipo ha leído mis pensamientos”. Sergio permanecía en silencio ¿de qué hablaba este sujeto? ¿por qué no buscaba una polera? ¡Por Dios hay menos 15 grados fuera de este edificio!
-No sólo tus pensamientos pero tu corazón también-

No dijo más, se quedó mirando al chico y el padre lo acompañó con el gesto, no fue hasta que la última prueba iba a terminar cuando se atrevió a voltear y preguntar a que se refería, pero el extranjero se había ido. 

Después de eso, todo fue Borja, y cuando las pruebas hubieran acabado y el Dr. Korotkov los acompañara al aeropuerto al día siguiente cuando la pregunta surgió.
-¿Dr. Quién era el tipo que se paseaba sin polera por el Instituto?-
Al intérprete le llamó la atención la pregunta y la preguntó un par de veces más antes de preguntársela al Dr.
-¿Quién? – Se quedó pensando hasta que un chispazo le llegó- ¿Te refieres a Baba?
-¿cómo? No lo sé, era un tipo de pelo largo y sin polera, flaco y que hablaba español como latino, ¿habían más chilenos ahí?-
-No, no, no.. él era… él es un caso especial-
-¿Cómo así?-
-Para ponerlo simple.. ¿cuándo lo vio?-
-Ayer mientras Borja jugaba con la foca, perdón, lobo marino-
-Ya veo- el Dr. Sonrió- Su nombre es Baba, es un yogui de los Himalayas y actualmente está siendo monitoreado durante 40 días en una habitación aislada de la que no puede salir. Está siendo observado por equipos rotativos durante las 24 horas, y con cámaras fotografiando su campo energético cada una hora.
-¿Para qué?-
-Para ver cómo es capaz de sobrevivir sin comer…-
-¡¿Sin comer?!-
-¿le sorprende eso?-
-¡pero si obvio! ¿cómo no me va a sorprender?-
El Dr. Miró al niño y luego a Sergio, y este entendió. Su hijo era el Millalobo, todo era posible.
-Pero lo raro, señor Sergio- habló Korotkov- es que los 40 días no han terminado, hoy es el día número 34 y Baba no ha dejado la habitación monitoreada… de hecho no se ha movido ni un centímetro de su posición meditativa.

Hay misterios que nunca comprenderé. Esa fue su conclusión, mientras iba a buscar a su hijo a la escuela, y mientras la vida recuperaba esa normalidad a la que a Sergio ahora le parecía tan extraña. Pero ahí estaba Borja, sonriéndole, diciéndole “Te amo papá”, pidiéndole juguetes de sus películas favoritas y que lo acompañe al baño cuando le da miedo ir sólo.
“Hay misterios que nunca comprenderé”. Con su rostro, tan parecido al de esas estatuas de monjes que adornan los monasterios orientales, sonriendo desde el corazón, Borja también lo había comprendido.


[1]Que todo suceda como la felicidad de un Sueño; así sea”.