miércoles, 29 de febrero de 2012

Cuento

Francisco era un niño que a la vista parecía diferente. Le gustaba jugar como a los otros niños, descansar como a los otros niños y le cargaban las tareas, tal como a los otros niños. En esos aspectos era como cualquier otro, la única diferencia era su cuerpo.
-¿Puede ver las vertebras aquí? Son ligeramente más pequeñas en el lado derecho, eso produce una curva que aumentará con el crecimiento, aunque no podemos predecir cuánto- El doctor sonaba compasivo, sabía cómo esta clase de noticias afectaba a los padres, y también sabía lo que preguntarían a continuación.
-¿Hay alguna cura doctor? ¿Quizá cirugía? –María, la madre de Francisco se aferraba a la posibilidad de un milagro. ¿A caso no lo haríamos todos?
-Como mencioné, la condición de su hijo es degenerativa y no existe una cura ni un procedimiento para una sanación definitiva, es un problema congénito. Sin embargo él podría someterse a un gran número de operaciones, aunque si su objetivo es mejorar su calidad de vida, sinceramente no creo que sea el camino, porque si puede ver aquí, los huesos en el lado derecho han sido notablemente afectados y también los tejidos.
-Pero algo debe haber ¿o no? No podemos quedarnos así como así, con los brazos cruzados- Francisco padre, no quería parecer exaltado pero difícilmente podía aceptar una respuesta como esa.
-Por supuesto, una cura definitiva no es posible pero con ejercicios constantes, aparatos ortopédicos y tratamientos es posible evitar la degeneración en buen grado. Ejercicios como la natación también pueden ser de tremenda ayuda en estos casos.
-¿Hay posibilidad de que quede inválido?- Preguntó la madre.
-Sinceramente existe, pero todo depende de la evolución de su hijo, no todos los casos son iguales y depende de cómo viva su hijo- El doctor notó como afectó esta respuesta a la madre- Les recomiendo también que aprenda yoga y pruebe terapias complementarias, pueden ser de tremenda ayuda.
-¿Yoga?-
-Sí, es ideal para estimular la elongación y la fuerza en los músculos, también la oxigenación de los tejidos. Pero más que nada se lo recomiendo como una terapia interna, para que se mantenga psicológicamente estable y emocionalmente bien. Eso es probablemente la prioridad en los casos como los de Francisco.
-Entiendo… Gracias- Le dio la mano al doctor y no lo culpó por el diagnostico, sabía que era inútil, pero mientras dejaba la oficina del doctor, se dijo a sí mismo que como padre le daría a su hijo una vida lo más normal posible, con todas las posibilidades que los niños normales tienen.
Es por eso que Francisquito, como le decía su madre, tuvo todo el apoyo cuando entró al equipo infantil de futbol, cuando decidió aprender a andar en bicicleta y cuando pidió patines para navidad.
Su hermano Camilo, menor por un año pero más alto, y su padre le acompañaban en todo, y por es por eso que cuando su condición se agravó y Francisco se dio cuenta de que sin importar cuánto se esforzara jamás podría hacer todo lo que los demás niños hacían, no se sintió disminuido. Fue un gran cambio que tuvo, y sin embargo venía de una profunda aceptación de su condición, no como quien sufre una enfermedad sino simplemente como lo que era.
Los leones son muy fuertes y los caballos son muy rápidos. Hay personas que son como leones y otros son como caballos, pero yo no, yo soy como una tortuga y no hay nada malo ni en los leones, ni en los caballos ni en las tortugas. Son diferentes solamente, tal como las personas, y por eso no me siento triste, yo soy como una tortuga y eso está bien”.
Francisco escribió eso en un dibujo que hizo para la clase de arte el año pasado en primero básico. Aparecía su familia, sus padres como una pareja de leones, su hermano como un caballo, él como una tortuga y su perro como… un perro.
Llegado el verano, en plenas vacaciones, sus padres decidieron llevarlos a una casa que tenían cerca de la playa. Era un lugar agreste y alejado del ruido de la ciudad, de los autos y los semáforos. Para que sus hijos no se aburrieran invitaron a sus dos primas y a su primo, junto a su tía Emma, hermana de Francisco padre, quién le tenía un cariño especial al chico.
Durante una de las tardes, cuando los niños se iban a la playa con los padres del Franqui, como le decía su tía Emma, éste se quedó ayudando a su tía porque ya estaba cansado de jugar toda la mañana y sabía la energía descomunal que sus primos y su hermano podían desatar.
Creyendo que se iba a aburrir, se sorprendió de los divertido que era pasar el día con su tía, profesora de profesión y escritora amateur, le contaba historia tras historia de animales que hablaban y que volaban sin alas, de criaturas fantásticas que tenían aventuras: hadas traviesas y heroicos duendes que protegían la naturaleza y guardaban los secretos del bosque y las montañas.
-¿y los secretos de la playa también?-
-Sí Franqui, de la playa también- respondió Emma con unas risitas, eran comentarios como ese los que hacían que amara a su sobrino, y que cada noche antes de su beso de buenas noches le dijera “recuerda, eres mágico” para inspirarles buenos sueños.
Una tarde, cuando todos fueron a la playa a refrescarse, Francisco acompañó a su hermano y primos a explorar la playa. El día anterior los chicos habían visto un arroyo que se adentraba en una especie de bosque y se habían quedado con las ganas de explorarlo porque estaban los adultos. Pero esta vez no. Estaban lejos, fuera de la vista tomando el sol. Estaban solos, eran libres y harían de las suyas.
-Nosotros iremos a explorar el “bosque encantado” Fran, pero tú no puedes ir, es muy peligroso- le dijo su hermano, con sincera preocupación.
-Sí, además necesitamos un vigía que pueda vigilar a ver si llega algún papá a buscarnos- Dijo Estéfani, la prima mayor y la líder del grupo- La idea es que si ves alguno acercarse por el horizonte silbas inmediatamente y sí se acercan demasiado les dices que estamos jugando a la escondida, eso nos dará tiempo para llegar y evitar que nos descubran.
Sin duda lo tenían bien planeado, le habrán puesto cabeza desde ayer pensó Francisco, pero no estaba feliz de quedarse de vigía.
-¿Por qué no se queda el lalito?- Se refería a su primo menor, Eduardo, un tenaz explorador de sólo cinco años.
-No, es muy despistado, es mejor explorando porque como es chico puede entrar en cualquier lugar-
-Sí, además tú eres mejor para vigilar porque usas lentes- ese fue Eduardo.
-Eso no tiene sentido lalito- Camilo protegiendo el orgullo de su hermano.
-Cuatro ojos ven mejor que dos ¿cierto Pancho?-
Francisco sabía que Estéfani bromeaba pero sabía que discutir sería inútil, se rindió y decidió tomar su puesto de vigía con verdadero empeño. “Será como ser un pirata” pensó, pero al rato de que sus amigos se fueron el empeño le duró poco cuando encontró una rama y se puso a dibujar en la arena.
Mientras se preguntaba por qué tenía que ser él quien se quedara, algo en su interior despertó, una intensa necesidad de ir al bosque encantado. No sabía que era, si era rebeldía en contra de la autoridad de sus amigos o incluso tal vez miedo de quedarse solo ahí, tan sólo sabía que sin darse cuenta se había adentrado en el bosque hasta que el sonido de las olas no se escuchaba.
 En cambio, el sonido que le llegaba era de un suave arroyo, era magnífico. “Esto no se escucha en la ciudad”, no sólo el agua, los insectos, el sonido de la brisa moviendo la vegetación, algunos pajarillos cantando por ahí y por allá.
De pronto, su experiencia del paraíso terrenal fue interrumpida por una luz que llegó a los ojos, le pareció raro al principio que alumbrara tan fuerte una lámpara porque no era tan tarde. Cuando su encandilamiento terminó y luego de unos parpadeos vio una niña, que al principio confundió con Marcelita, su segunda prima de su misma edad, incluso le dijo:
-Marcelita baja la linterna- Después de unos momentos de silencio se dio cuenta de algo- Espera, ¿de dónde sacaron la linterna?
Cuando su “prima” no contesto se fijó mejor en la niña. Era extraña: del mismo porte que la Marcela, pero más delgada y mucho más blanca, con el pelo claro también casi blanco y su vestido era entre celeste y verde, y además de lámpara que a Francisco le pareció muy antigua, no tenía zapatos.
-No tienes zapatos- Soltó de reflejo ante los blanquitos pies de la chica.
-No me gusta usarlos-
-¿vives por acá?-
Ella se rió –Vivo justo por acá- Sonreía y los ojos le brillaban.
-No entiendo ¿cómo te llamas?-
-Yo te vi…-
-¿Cuándo?- La interrumpió, y se dio cuenta, decidió dejarla hablar y evitar hacer tantas preguntas.
-Te vi jugando con la arena, ¿los demás te dejaron o no? Los vi cerca de la laguna y yo iba a ir contigo, a acompañarte.
-¿Viste a los otros? ¿En qué laguna?- Entonces, de pronto recordando las historias de su tía se le ocurrió preguntar- ¿Eres un hada?
“¿Eres un hada?” La preguntaba ya sonaba demasiado tonta en su cabeza, nada mejor para espantar a una niña que preguntarle eso. Que tontería.
-Tienes una espalda chistosa- La chica evitó la pregunta y se fijó en la visiblemente anormal espalda de Francisco.
Mientras se reía de la deformidad del chico, este que se enojó al comienzo se dio cuenta de que la risa de la niña era más como una celebración que una burla, entonces él también empezó a reir y el enojo se disolvió completamente. Que niña más curiosa.
-¡Rápido te tienes que ir!-
-¿ah? ¿Por qué?-
-¡Te vienen a buscar! ¡Rápido tienes que irte! ¡Tienes que silvar para que los niños no se enojen contigo!-
-¿Qué? ¿Cómo sabes eso?-
La niña no esperó y ella misma pegó zendo silbido- ¡rápido te tienes que ir!
Francisco se dio la vuelta y se esforzó todo lo que pudo en llegar rápido, no quería que los adultos los pillaran pero mucho menos quería que sus amigos descubrieran que dejó su puesto de vigía. A veces los niños se toman los juegos muy enserio, eso lo ya lo sabía él mejor que nadie.
Cuando llegó al mismo lugar donde estaba haciendo dibujos, se sintió aliviado y como si nada de eso hubiera pasado, con la rápida llegada de los chicos sus frescos recuerdos de la inusual niña pasaron al olvido.
-¡Fran! ¡Adivina que encontramos!-
-¿Qué? – Francisco fingió interés.
-¡Una Rana!-
-Era enorme ¡como la de la tienda de mascotas!
-Sí y estaba en una laguna… mañana haremos otra misión para atraparla y ver si nuestros papás nos dejan tenerla de mascota-
-Genial- mintió Francisco.
-Sí hoy día lo planearemos-
-¿Qué van a planear hoy día?- preguntó Francisco padre, recién llegado.
-¡Nada!- dijo Eduardo, obviamente ocultando algo- Es un secreto.
-¿Un secreto?-
Antes de que levantaran sospechas Francisco improvisó (ganándose el agradecimiento de todos los presentes):
-Íbamos a planear una fiesta para ustedes mañana, para agradecer el viaje, pero ahora que tú lo sabes tendrá que ser una sorpresa para la mamá y la tía Emma.
-¿Enserio? Qué bien, que bien de su parte.
-Pero tendrás que apoyarnos, lo planearemos en la noche mientras ellas estén cocinando-
-De acuerdo-

Volvieron a la playa y disfrutaron de una fogata observando el atardecer y comiendo malvaviscos. Cantaron canciones y regresaron a casa.
Los chicos estaban cansados y después de un cuento de la tía Emma sobre unos duendes que sin querer descubrían una ciudad humana y rescataban una hada de un museo, todos se quedaron dormidos. La imaginación de la tía desbordaba la mente de los niños y era seguro que estaban soñando con hadas. Al menos Francisco lo hizo hasta la mitad de la noche cuando se levantó al baño.
Medio dormido se levantó y camino al baño a oscuras, haciendo acopio de valor. Cuando volvía, sin novedades, al pasar cerca de la escalera vislumbró con el rabillo del ojo una luz blanca en el primer piso.
De primeras se asustó, pero algo en la luz le pareció familiar y con cuidado bajó por la vieja escalera de madera, para no despertar a nadie.
Observó que la luz venía desde la cocina y se acercó, pero esta vez como hipnotizado nada pasaba por su mente, la experiencia en sí le parecía un sueño. Al llegar a la cocina vio que la puerta trasera de la casa estaba abierta pero no corría brisa fría y ahí afuera llamándolo con la mano estaba la chica del arroyo.
Se acercó como por reflejo sin realmente saber que hacía pero lo suficientemente consciente para sentirse extrañado. Ella empezó a caminar hacia el bosque y él se esforzó por alcanzarla.
-¿A dónde vas?-
-Al arroyo, ven conmigo-
-Pero ¿no tendríamos que ir a la playa?-
-No, conozco un atajo-
-¡No llevas zapatos! ¡y con este frío!-
-No me gustan los zapatos- la chica lo miró con el rostro serio- se llenan de arena.
“Eso no me lo esperaba” admitió Francisco para sí mismo.
-¿Tienes frío? Tú tampoco traes zapatos-
-¡Tienes razón! Es que estaba en el…- le dio algo de vergüenza y se refrenó- salón de estudio leyendo, usaba mis pantuflas… pero no tengo frío.
Tras esa extraña realización, pareció dormirse y despertó cuando estaban frente al arroyo, del camino entremedio sólo recordaba extrañas luces y ojos de extraños seres mirándolo. “Duendes” decía él y no sabía cómo iba a volver a la casa.
De pronto mientras la sensación de “haber vivido esto antes” le llegaba se dio cuenta de que la luz no venía de la lámpara, venía de la niña.
-Espera ¿por qué usas la lámpara si tú alumbras?-
Ella se rió con esa risa que encantaba, detuvo su acelerado paso y le entregó la lámpara. Lo siguiente que vio Francisco lo habría trastornado si no tuviera la muy fuerte convicción de que estaba soñando.
Cuando tomó la lámpara sintió oledas de frío y de calor recorrer su cuerpo de manera alternada y luego como una electricidad brotar de su cabeza, de sus pies y sus manos. De pronto un flash lo cegó y cuando se dio cuenta de que podía ver nuevamente quedó pasmado cuando vio sus brazos grandes como los de un adulto, iba descalzo pero tenía unos brazaletes de joyas en los pies y su piel… su piel ¡era azul! Justo como un pitufo, y no sólo eso, se sentía grande y fuerte y algo extrañado, de repente se dio cuenta de que su espalda estaba recta, también su cadera y su rodilla. No había dolor, y eso le sorprendió más que cualquier visión que hubiera vivido hasta ahora.
Frente a él contempló un milagro, lo que antes era una niña algo fantasmagórica era ahora una mujer adulta, alta y delgada con largos cabellos del color de las hojas en otoño y con una piel blanca pero no completamente, con ciertos tonos azulados como se puede ver en algunas nubes, y era difícil saber si estaba vestida o si esos tonos que formaban extrañas figuras eran alguna especie de vestido. Finalmente notó que los pies de la mujer flotaban y que en su espalda tenía alas, grandes y transparentes que como espejo reflejaban su mirada estupefacta en un rostro que aún no acostumbraba a reconocer como propio.
La chica le quito la lámpara  y entonces después de un flash todo volvió a la normalidad, y en menos de un segundo el escenario volvió a cambiar y estaban frente a una laguna.
-¡Abuelo sal de ahí!- La niña gritó con una voz muy chistosa.
Un anciano, o al menos un adulto, sí, eso esperaba el chico, pero ¿una rana? Nada tenía sentido.
La rana saltó y se paró en el hombro más elevado del niño.
-¿Este es Lilian? ¡Está durmiendo todavía!- Le dio unas bofetadas y les indicó que le siguieran.
Sin esperarlo (ni desearlo) Lilian, como parecía llamarse su amiga, le tomó de la mano y le obligo a saltar a una laguna que debía de tener menos de quince centímetros en la orilla.
Lo que al principio le pareció un acto suicida, se transformó inmediatamente en el colmo de la locura. Era como si él y su compañera se hubieran vuelto miniatura y la laguna de quince centímetros se veía enrome. Ellos nadaban como si nada, sin necesidad de respirar y el agua era casi completamente transparente sin contar un tono verde-azulado muy claro que permeaba toda la visión.
Mientras avanzaban hacia la profundidad vieron burbujas de luz que se elevaban a la superficie, y él no supo si era alguna especie de vehículo o de “alumbrado público” subacuático.
Chip, Chip, Chip
Plur, plur, plur
Escuchó por ahí y por allá de lo que parecían ser peces (en parte), pero eso dejó de interesarle cuando Lilian le señaló en el fondo del lago una especie de casa o templo muy grande, con estatuas de ranas y con una entrada que daba a un túnel.
Avanzaron por el túnel que tenía extraños grabados a lo largo de las paredes, a Francisco algunos le parecían sinceramente sirenas pero el resto le daba una sensación de nostalgia y de antigüedad, como si un importante mensaje de algún pasado remoto de pronto yaciera mudo, como un eco o murmullo que no se alcanza a distinguir.
Cuando el túnel terminó, salieron a una recamara donde no había agua y vieron un salón, elegante en apariencia con lámparas y lujosas antorchas en las paredes. Había una gran mesa con muchos invitados que los miraban, ni extrañados ni enojados, en cambio sonriendo como si los esperaran, como felices por la llegada.
Esa extraña sensación de ser grande le llegó nuevamente, pero sin las oleadas de frío y calor, ni el flash, sino fue como un simple darse cuenta, algo que le pareció natural. Su cuerpo azul, sus pies descalzos y cojas en sus tobillos y en sus muñecas, su pantalón dorado como mágico y una especie de adorno en la cabeza que no alcanzaba a distinguir. A su lado, Lilian en su forma completa le sonreía y un anciano calvo y barbicano se les acercó a recibirlos e indicarles el asiento. Luego de un abrazo y una mirada divertida Francisco se dio cuenta de que era la rana del estanque ¿Tenía eso algún sentido?
Celebraron, comieron un festín y luego sin caber cómo ni por qué sacó una especie de flauta traversa, pero de madera, y tocó hermosas melodías mientras los demás se maravillaban y bailaban, y su compañera le acompañaba con la voz. Su antigua vida como Francisco ahora le parecía un lejano sueño o un cuento que había leído en algún otro lugar. Los grabados del túnel volvieron a su mente pero antes de que pudiera descifrarlos un amigo se le acercó. Era más joven y delgado que el anciano-rana, y tenía un divertido bigote. Llevaba un turbante y tenía los ojos con lágrimas.
-¡Te extrañaba tanto!-
-¡y yo a ti Aruna!-
-¿Cuándo volverá a repetirse?-
-¿Quién sabe?- Respondió, esperando que alguna otra respuesta más certera llegara, pero sólo llegó una tremenda carcajada de su parte.
-Ya me voy- le dijo a su amigo Aruna- pero nos veremos pronto.

Cerró los ojos y se sintió cada vez más pesado, hasta ese momento no se había percatado de lo liviano de su cuerpo “Azul”, y de la maravillosa sensación de maravilla y gozo que había estado creciendo en su interior durante la experiencia, claro, hasta ahora que empezaba a desvanecerse mientras recordaba su identidad, su nombre y su historia. Pero no lo dejó del  todo, y justo antes de volver por completo a “este mundo” y abrir los ojos, sintió un beso en sus labios y escuchó un “¿Te acuerdas ahora?” en una voz definitivamente femenina que venía de su interior.
Se levantó sobresaltado pensando que Lilian estaba ahí y le había despertado de un beso, y mientras estuvo de pie se miró los brazos y los pies. Normal, ya no era un pitufo pero ¿En serio? Había sido tan real, ¿Realmente fue todo un sueño? Más se había sentido como una existencia paralela, o como un paréntesis en una eternidad en la que esta vida también era un paréntesis.
Su hermano frente aél lo apuntaba con el dedo y tenía la boca abierta.
-¡Mamá! ¡Mamá rápido! ¡Mi hermano! ¡Mirá al Fran!- Estaba como loco, nunca había visto a Camilo tan sobresaltado ni siquiera en navidad cuando recibió un XBOX 360.
Su madre llegó corriendo creyendo que había pasado algo malo, pero cuando entró a la habitación sólo atinó a abalanzarse sobre su hijo mayor y abrazarlo. Lágrimas brotaban de sus ojos y su pecho se sentía como con espacio, como quien ha botado un gran peso.
-¡Francisco!- Gritaba mientras lloraba- ¡Es un milagro!
Entonces, él calló en la cuenta de algo que se le había hecho habitual en “las últimas horas”, sus piernas, su cadera y su epalda: Todo estaba en equilibrio y todo el dolor había desaparecido.
Entre tanto abrazo y tanta vuelta que le daba su mamá fijó los ojos en el velador junto a su cama, en él un extraño objeto ¿dónde lo había visto? Era una lámpara pero ya no podía recordar donde la había visto. Cerró los ojos llenos de lágrimas, suspiró y dijo:
-Gracias.



Koan
"Un joven monje se acercó a su maestro que reunía siempre tantos discípulos y le preguntó cuál era su secreto. El maestro lo miró fijamente a los ojos y soltó una carcajada. En ese momento el monje se iluminó."
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario